sábado, 13 de diciembre de 2025

ÍDOLO DE BARRO

  

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
No debería salir bien parado,
 
como si nada hubiera pasado,
 
cuando deje de gobernar.
 
Merecería el castigo penal por
 
las tropelías cometidas durante
 
su mandato, consentidas o
 
impulsadas por él, sin que en
 
ningún caso, como cínicamente
 
aduce, le sorprendieran ni pudiera 
 
llamarse a engaño por ellas.
 
De los que encumbró y dice que
 
le defraudaron, bien conocía su paño.
 
Acuciado por todo tipo de escándalos,
 
rehúye dar la cara y explicaciones
 
convincentes. Se va por los cerros de
 
Úbeda, defiende lo indefendible, oculta
 
lo evidente, cae en el histerismo,
 
es la mentira parlante. 
 
¿ Qué más tiene que pasar para
 
que este hombre y su tropa se
 
vayan al garete ? Él, como jefe de
 
la banda, debería comprobar qué
 
tal se está detrás de los barrotes.
 
Cualquiera que sea su posible horizonte
 
penal, la gente decente ya le ha
 
enjuiciado y condenado.
 
¡ Cuánto daño causa a España este
 
endiosado presidente !
 
Sin escrúpulos morales, embarra
 
sin parar y se salta los límites más
 
elementales. Hastía hablar de él,
 
pero por mucho que se diga, nunca
 
será bastante.
 
Ídolo de barro, levantado sobre tierras
 
movedizas y a punto de engullirle,
 
se empeña en mantenerse a flote.
 
Algunos de los suyos, previsores
 
de la hecatombe, le dan de lado.
 
¡ Cuán dura le será la caída !
 
¡ Que sea más pronto que tarde !

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