Las Autonomías son nuestra ruina,
un coste que no se puede soportar,
crean más problemas que beneficios
al conjunto nacional.
Los constituyentes debieron prever
lo que con ellas podría pasar;
pero desechando históricos
precedentes,
se sirvió el “ café para todos “,
excitante y adictivo que, con el
tiempo,
impulsó a beberlo más.
Pasó lo que tenía que pasar:
los caballos, con genes rebeldes,
se saltan vallas y barreras,
y los dóciles, en lo referido
a mandar y ” chupar del bote “,
siempre van la zaga en la carrera
desigual.
El guirigay autonómico no tiene marcha
atrás,
pese a los perjuicios de la hiperinflación
de personal y gastos, las duplicidades administrativas,
el cuarteamiento ineficaz de la Nación, los choques
competenciales, los conflictos lingüísticos, etc.
Todo esto y más, se dice “ por lo bajini “, incluso por
muchos de los beneficiados a título
personal;
pero no se reconoce institucionalmente,
aunque
se comente en “ petit comité “.
Es tarde para plantear si, en vez de las
Autonomías,
no hubiera sido preferible potenciar las
Diputaciones.
“ Pasó el tren “. De nada sirve lamentarse.