martes, 27 de diciembre de 2011

EL MENSAJE DEL REY EN NOCHE BUENA

 

Eran las 21 h. del pasado día 24, antes de la cena de Noche Buena, cuando, atentos a la pantalla del televisor, escuchamos el discurso del Rey dirigido a los españoles. Sus palabras, semblante  y gestos de manos, transmitían sinceridad, firmeza y preocupación; o, al menos, así lo percibimos y nos gustó. Ha tenido mayoritaria buena acogida en la opinión pública, la publicada, en los círculos políticos y las reticencias esperadas de partidos nacionalistas y las también consabidas monsergas provenientes de los partidos de la izquierda más rancia.

Como son de dominio público las distintas valoraciones, solo nos permitimos efectuar algunas breves consideraciones:

No escapa la referencia a su yerno Urdangarín, aunque no lo mencionó expresamente, al apelar a la ejemplaridad exigible. Tardía reacción, hace años debió cortar de tajo conductas reprobables en un acto de transparencia.

Dijo que los casos individuales de corrupción no deben extrapolarse a Instituciones, pues son injustas las generalizaciones. Lo que pasa es que hay profusión de casos que trascienden a los puramente individuales, y la corrupción se da en lo económico y en lo moral.

Afirmó que la Justicia es igual para todos; pero vemos que, en ciertos casos, hay diferentes varas de medir.

Se refirió a la grave crisis económica e intolerable desempleo que sufrimos, al sacrificio y necesario esfuerzo común para salir del atolladero; pero seguirán las castas políticas y otras superprivilegiadas aferradas a sus intereses

Tuvo un emotivo recuerdo para las víctimas del terrorismo y exigió la desaparición de ETA y la entrega de las armas. Lo primero le engrandece; lo segundo son nobles deseos, aunque muchos exigimos más. Posiblemente el Rey, frenando lo que siente, no pueda permitirse el lujo de decir todo lo que piensa sobre la lacra terrorista.

Apeló a la unidad de todos, aún sabiendo que algunos van e irán a su aire.

Avaló la figura del Príncipe Felipe y su implicación en la defensa de los intereses españoles. Efectivamente, el Príncipe es acreedor a la confianza y representa estabilidad y garantía de futuro; pero se lo tiene que ganar a pulso. No le resultará fácil la tarea de fino equilibrista sin red de protección. La lección de lo bueno y lo malo debe tenerla aprendida, es cuestión de patriótico y ejemplar empeño y cercanía con el pueblo.

Tocó otros temas y su esperado discurso fue, esencialmente,  sobre lo que la mayoría de los españoles esperaban de él y no defraudó.

A vuela pluma nos hemos referido a algunas palabras del Rey, atendiendo al espíritu y no a lo textualmente expresado. Valientemente compareció y se expresó, escoltado por el Belén y la Bandera de España. Pese a las diferentes interpretaciones simbólicas que se han efectuado sobre la fotografía expuesta, en la que aparecía flanqueado por los dos presidentes del Gobierno, entrante y saliente, creemos que era innecesaria.

Tras el discurso nos pusimos a cenar en familia. Dentro del gozo de la Noche Buena, no pudimos evitar el pensar que esa noche no sería feliz para muchas otras; tampoco para la familia real

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