El Presidente estadounidense Obama, en un ejercicio de buenismo en grado superlativo ha adoptado iniciativas, no exentas de polémicas, para tender puentes de entendimiento con Cuba- patrón de Venezuela y demás regímenes bolivarianos- e Irán, que conduzcan al deshielo y a la disminución de tensiones y recelos por las recíprocas partes.
Con Irán se trataría de que congelase o aplazase el proyecto de desarrollo armamentístico nuclear, por el peligro que representaría para la paz y la estabilidad en el, ya de por sí, convulso Oriente Medio, y prevenir la posibilidad de que los actuales conflictos bélicos-terroristas en dicha región derivasen a una catástrofe mayor que la desencadenada con las bombas atómicas lanzadas en la II Guerra Mundial sobre Hiroshima y Nagasaki. A cambio se levantarían el embargo y determinadas sanciones que pesan sobre el régimen fundamentalista-teocrático iraní, que varias veces ha amenazado con eliminar el Estado de Israel.
Israel, el único país democrático de la zona y buen conocedor de las aviesas intenciones provenientes de su entorno próximo geográfico, que le apuntan- no sólo las de los ayatolás-, no se fía y, por supuesto, no se resignará a ser arrojado al mar. Es potencia nuclear, y si detecta un riesgo inminente de ser atacada, se adelantará, originándose una conflagración global, y Occidente no podrá llamarse a andana.
Muchas veces se ha pecado de valorar e intentar comprender el mundo musulmán- sea el chií o el sunní- conforme a los parámetros culturales- cristianos o laicos- imperantes en Occidente, cuando su realidad y especificidades son bien distintas. Es un simple desiderátum inculcarles nuestros valores basados en la libertad, la tolerancia religiosa y el respeto a las creencias y descreencias ajenas. Es consustancial en gran parte del mundo musulmán, y más en el fundamentalista- la línea divisoria principal entre éste y el llamado moderado es el empleo del terror para la consecución de sus fines-, la conjunción de su fe religiosa con la política, la justicia y el expansionismo. En donde se asienta y arraiga, impone, por las buenas o las malas, las prédicas y arengas de su Profeta Mahoma. Mientas tanto, la táctica es cuestión de esperar. A su favor juegan la fértil demografía- elevada tasa de nacimientos-, y la pusilanimidad y complejos de Occidente.
En la reciente Cumbre de las Américas celebrada en Panamá, además del estrechar de manos entre Raúl Castro y Obama, y las buenas intenciones de éste, ha salido a relucir toda la lista de los sempiternos agravios esgrimidos contra el imperialismo yanqui- mezclándose el victimismo indigenista y los periclitados discursos comunistas revolucionarios-, pero ningún reconocimiento de las prácticas liberticidas ni de la misma miseria en muchos los pueblos cuyos dirigentes allí discursearon; algunos, en tono nada conciliador. Se explayaron a gusto contra los predecesores de Obama, quien condescendientemente escuchó las invectivas lanzadas.
Los países iberoamericanos no representan peligro para Estados Unidos ni para el resto de Occidente; a lo sumo, algunos- Cuba, Venezuela,...- pueden ocasionar molestias, rifirrafes dialecticos y diplomáticos y quebradores de cabeza para ciertas empresas extranjeras que operan en ellos; el problema grave- opresión y represión- lo sufren los discrepantes y opositores nacionales de tales regímenes, y las carencias básicas el común de la población.
Irán es harina de otro costal. Sí que supone un peligro para Israel y el resto del mundo democrático y libre; incluso, coyunturalmente, para otros países musulmanes, en base, entre otros motivos, a las dos diferentes líneas sucesoras del Profeta que unos y otros- chiitas y sunníes- consideran como la legítima. La apuesta de Obama es arriesgada y está llena de incertidumbres y temores. Mejor que acierte. La Historia acredita que grandes quebrantos han ido precedidos de buenas intenciones.
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