lunes, 20 de abril de 2015

LAPIDADORES.

 

El olvido de los episodios históricos próximos vividos y el gran desconocimiento por una mayoría de los más remotos- aparte de la interesada e inculcada falsificación que ha desvirtuado hechos y personajes, junto a nuestro individualismo envidioso y visceralmente pasional- nubla la razón y motiva la falta de ponderación que permite distinguir y valorar los distintos matices de toda gestión pública. O se la ensalza o se la denigra- no hay términos medios-; y la opinión publicada en determinados medios y por las invasivas y descontroladas redes sociales- al alcance de cualquiera- contribuye a su modo a despersonalizar e intoxicar el pensamiento, que debería ser juicioso, de muchos receptores de los mensajes.

No se trata de fomentar el maniqueísmo- buenos y malos- ni de deslegitimar las distintas opciones, si son democráticas, sino de constatar una realidad, que varía según la idiosincrasia, la percepción y el reflejo en cada cual. Tampoco desear que todo cambie  para que todo siga igual o peor, sino una llamada a la reflexión responsable para que la tan cacareada regeneración democrática y la decencia pública no quede en mera arma arrojadiza de la contienda política. Quien esté libre de culpa que arroje la primera piedra- aquí habido y hay culpas por doquier- sentenció hace dos milenios Jesús, y se retiraron al momento los lapidadores; pero pronto volvieron a las andadas y hoy siguen perdurando entre nosotros.

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