lunes, 16 de noviembre de 2015

“ PONTÍFICES ” DE LA SEGURIDAD.

 

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Es muy fácil pontificar desde la barrera, apuntándose a ello bastantes que nunca han pisado la arena, y sólo critican tras haber pasado por las aulas del toreo de salón. En el campo de la seguridad ocurre lo propio, incluso por parte de algunos  que se consideran y son presentados en espacios televisivos como como expertos en la materia u opinan en otros medios. Por sistema y sin conocimiento de causa, lo suyo es cuestionar cualquier investigación o señalar fallos en la prevención, viéndolos por doquier.

Cuando se refieren, por ejemplo, a elementos terroristas que han culminado sus propósitos criminales y estaban señalados previamente como sospechosos o peligrosos potenciales, censuran que no se haya hecho una vigilancia continuada sobre los mismos, con la que se habría evitado el atentado, obviando los que se han abortado a tiempo por los servicios de inteligencia, policiales y la coordinación internacional.

No reparan en la imposibilidad material de hacer un seguimiento prolongado y efectivo, duradero en el tiempo y durante las 24 h. del día, a todos los sospechosos. Tal vigilancia, personal y de los distintos canales de comunicación entre sí, se efectúa priorizando las posibilidades y la voluntad de actuar criminalmente; así y todo pueden surgir imponderables que la dificulten y faciliten eludir el control de los sometidos a observación. Tampoco tienen en cuenta que, aparte del ingente número de efectivos necesario para el seguimiento, monitorización de las comunicaciones, análisis y evaluación de las mismas, intérpretes en su caso, etc., se precisa como mínimo un equipo de 10 a 20 personas, dependiendo de las circunstancias, para la vigilancia personal y directa de cada sujeto.

En conclusión: la seguridad total contra el terrorismo no existe; los gobiernos y los agentes a sus órdenes ponen su empeño para erradicarlo y prevenirlo; los éxitos obtenidos se olvidan pronto o no se les presta la debida divulgación, y cuando se cometen acciones terroristas, como las del viernes pasado en Paris, siempre surge algún que otro " experto"  que señala fallos sin ton ni son. Si hay que hacer alguna autocrítica para la mejora, para eso están los que saben. A los críticos de salón, que hablan por hablar, hay que decirles lo de " zapatero, a tus zapatos"; pero continuarán pontificando sobre lo divino y lo humano.

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