lunes, 15 de febrero de 2016

CORRUPCIÓN: RESPONSABILIDADES Y TRATAMIENTO MEDIÁTICO.


 

La corrupción en el seno del PP es evidente, como también lo es la machacona insistencia del comando mediático de la izquierda, con especial saña en algunas cadenas de TV, para exponerla a todas horas, mientras ignora o pasa de puntillas sobre las que se dan en otras formaciones políticas. El ejercicio constante de las distintas varas de medir, según afecte la corrupción y el nepotismo a los míos o a mis primos ideológicos, se hace descaradamente y sin escrúpulos profesionales, siendo el distintivo del citado comando; es más, se regodea de ello. Cosa distinta es el periodismo serio de investigación, así como el que informa y opina procurando la objetividad y la imparcialidad.

La corrupción es un mal en perjuicio de la sociedad. Toda persona de bien la detesta, sufre y espera un correctivo ejemplar que no conlleve ensañamiento cuando se produce, y quisiera que no se diera en parte alguna; pero, por desgracia, lleva arraigada en España desde hace años, sin que sirva de consuelo el que afecte a partidos diferentes y que también se da en otros países.

Todo tratamiento informativo debe ejercerse con responsabilidad, quedando reservado el enjuiciamiento de las presuntas actividades delictivas a los jueces y tribunales; pero no siempre ocurre así. Con cierta frecuencia se prejuzga, se condena por anticipado, se filtran y publican diligencias secretas, se acosa de manera inmisericorde a los investigados, a los que no lo son y a su entorno próximo, traspasándose en ocasiones los límites del derecho a la información, a la libertad de expresión, a la propia imagen y la intimidad de las personas, mientras que por el camino caen tanto culpables e inocentes.

Tales excesos mediáticos son más repudiables cuando revisten, aunque se pretenda disimular, intencionalidad política y obedecen a estrategias diseñadas en determinados despachos para acabar con el adversario, señalado como enemigo a destruir.

De la corrupción se derivan responsabilidades penales y políticas. Dilucidar las primeras compete a la Justicia; asumir las segundas, además de cargar con ella los que incurrieron en la misma, deben responder los responsables políticos que, pudiendo, no se esmeraron en el “ in eligendo” ni en el “ in vigilando ”.


La dimisión, en cuanto modo de asunción de responsabilidad política, no suele prodigarse en estos lares. Los casos en los que raramente se da suelen ser forzados- o te vas, o te ceso- . La dimisión, voluntaria y por sorpresa, de Esperanza Aguirre le honra. Puso su confianza y aupó a quien le salió rana. Que cunda el ejemplo.

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