sábado, 20 de febrero de 2016

EL PAPA FRANCISCO Y LOS PUENTES



El problema de la inmigración ilegal y su tratamiento, que tanto preocupan en Occidente, es complejo. Por una parte están los aspectos humanitarios a tener en cuenta, y por la otra las diferentes medidas que adoptan los gobiernos para intentar impedirla y controlar las respectivas fronteras. La solución no es fácil, como tampoco el modo de conjugar o satisfacer ambas exigencias.
Para atajarla o minimizarla, el polémico y controvertido Donald Trump, aspirante a la presidencia de los Estados Unidos por el partido republicano, ha propuesto levantar un muro en la frontera con Méjico para evitar la inmigración ilegal, y que su coste lo pague el país azteca. Propuesta criticada y rechazada, además de en Méjico, por un amplio sector de los norteamericanos y entre la población hispana; pero no deja de ser una proposición más, por extravagante y desproporcionada que pueda ser, para captar votos entre los que ven con desagrado y preocupación el constante flujo clandestino de la inmigración irregular. Si tras ella hay también o deja de haber una inspiración xenófoba, lo dejamos a criterio de quienes conocen la singularidad del personaje.
A propósito de la idea lanzada por Trump se refirió el Papa Francisco- sin mencionarle directamente, pero por el contexto se infería la alusión-, ante a los periodistas que viajaban con él en el vuelo de regreso a Roma, tras haber finalizado su reciente visita pastoral a Méjico, al decir: “Una persona que piensa sólo en hacer muros, sea donde sea, y no con hacer puentes, no es cristiano. Eso no está en el Evangelio. Después, lo que usted me decía, sobre qué aconsejaría, votar o no votar, no me meto. Solo digo: este hombre no es cristiano”.
Nunca hemos ahorrado elogios a la figura del Santo Padre, a su compromiso con los más desprotegidos y necesitados, a su valiente denuncia de los males que asolan a la sociedad, incluso a los que se producen en el seno de la Iglesia, a su humildad y sencillez; aunque también, no hemos podido evitar una contenida sensación de que, en ocasiones, sin dejar de ser sincero y siempre con buena fe como hombre de Dios y Pastor de la Iglesia, ha pronunciado frases ambiguas o, aparentemente, contradictorias, que en no pocos cristianos siembran la perplejidad; igualmente, parece que  algunas de sus amonestaciones no se han repartido siempre por igual, y que a veces, con recta intención, se introduce en campos ajenos.
Esta última sensación es la que hemos sentido al escuchar y releer sus palabras antes transcritas. Genéricamente son aceptables y se pueden interpretar como un alegato contra los muros de las discordias humanas, de la exclusión, etc., que envilecen a las personas; pero en el contexto que flotaba en el aire, en el “este hombre no es cristiano “, pueden entenderse como una intromisión aventurada en un debate político actual en un  estado en campaña electoral. 

Sólo Dios conoce lo que anida, de bueno y de malo, en el hombre; es el Altísimo juzgador. En la tierra “el mejor escribano echa un borrón”.  El Papa Francisco, pese a sus grandes virtudes, es un hombre; un vaivén en el avión hizo que unas gotas del tintero salpicasen la túnica blanca. Perdón por el atrevimiento al manifestar mi perplejidad. Con la reverencia y el amor de siempre al Santo Padre, queda escrito lo que se le escapó al pecador Cruzado.

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