Por lo general, los asistentes a los mítines de
las campañas electorales son militantes y simpatizantes del partido concreto que
los los programa y realiza, no yendo a los de las otras formaciones, salvo que
sea en plan de “ espía”, para escuchar lo que se dice e informar después al
partido al que se pertenece, o por simple curiosidad. Aspecto distinto es la
asistencia de los profesionales de la información y el tratamiento que se da al
evento, más o menos imparcial, amplio o sesgado, en función de la línea
ideológica del respectivo medio.
De cara a las próximas elecciones autonómicas en
Galicia y el País Vasco, están desarrollándose las campañas electorales en ambas
autonomías, sujetas a medidas de seguridad para evitar los contagios del
Covid-19, que sigue estando presente y con rebrotes en distintos lugares de
España. Otra cosa es si tales medidas se observan totalmente o en parte.
Parecen, por lo tanto, arriesgados para la salud pública los mítines que se
lleven a cabo. Por tal motivo y lo dicho al inicio, además del gasto que
suponen, hubiera sido mejor reducirlos a los debates televisivos, aunque la
gente está también cansada de ellos. Al fin y al cabo, ya se sabe lo que dan de
sí y los diferentes posicionamientos políticos, repitiéndose las consabidas
cantinelas y golpes de efecto, para engatusar al personal y restar credibilidad
al adversario. Lo propio puede decirse respecto a las otras elecciones por
llegar.
Las manifestaciones y concentraciones del 8-M,
con sus subsiguientes contagios, deberían servir de lección para saber lo que no
se debe hacer. Máxime cuando “ el horno no está para bollos “ aún.
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