Se han dicho y se reiteran a diario las medidas y
precauciones para prevenir los contagios del Covid-19. Pese a ello, aunque la
mayor parte de la población las cumple, hay personas que hacen caso omiso de
ellas, contribuyendo con tal irresponsabilidad a la propagación y los rebrotes
pandémicos. Esa despreocupación la mantienen sobre todo una parte de la
juventud, por suerte minoritaria, que se entrega a la alocada diversión grupal,
aliñada con el consumo de alcohol y otros estimulantes en determinadas
discotecas y pubs, así como la práctica del botellón en la vía pública y en
lugares cerrados. Todos los días se difunden imágenes de ello, en las que se
aprecia que no se respetan las distancias ni se usan las mascarillas,
suponiéndose que suplen el hidrogel alcohólico, para la limpieza de las manos,
con las sustancias deshinibidoras y euforizantes que ingieren.
Los culpables no son sólo los jóvenes mentados,
sino también los propietarios y encargados de los establecimientos que lo
permiten. Como han sugerido algunos, a tales infractores, además de la sanción
correspondiente en cada caso, se les debería obligar a presenciar, por un
tiempo determinado y debidamente protegidos, lo que sufren las personas
infectadas por el coronavirus y que se encuentran hospitalizadas o ingresadas en
las UCI. Sería una medida de reeducación social, que posiblemente doblegaría las
actitudes “ pasotas “ y rebeldes respecto a lo que indican las Autoridades y
aconsejan los profesionales médicos y los expertos epidemiológicos.
Los rebrotes pandémicos se están dando antes de
lo previsto. Ya que nadie puede asegurar que está a salvo del contagio, aun
adoptando las medidas precautorias, hay que erradicar los citados hábitos
descontrolados que tanto están incidiendo en su propagación.
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