Los fallecidos a causa del coronavirus, por
mucho que el Gobierno los quiera camuflar y disminuir, son una espantosa
realidad fúnebre. Cuando se haga un recuento fiable de los habidos hasta ahora,
tal vez oscile el total entre 40.000 y 50.OOO, según algunas estimaciones
estadísticas de expertos. El suma y sigue aún no ha puesto el punto final. Los
rebrotes contagiosos se están dando en muchas provincias. Finalizado el Estado
de Alarma, el mando único gubernamental se ha quitado la losa de encima,
correspondiendo la gestión de la pandemia a las Autonomías, sin descartarse que,
si la situación epidémica se descontrola al alza, pueda el Ejecutivo central
retomar las competencias en exclusividad.
Si la desgracia del Covid-19 hubiera coincidido
con un Gobierno de la derecha o del centro derecha, la agitación frentepopulista
hubiera tomado e incendiado las calles con manifestaciones y proclamas de odio y
rencor, incitando a la turba violenta a sus conocidos desmanes y manipulando a
los incautos. Pero como le tocó a Pedro Sánchez cargar con el morlaco, sin saber
cómo lidiarlo, se dedicó al toreo de salón y a intentar encandilar al personal
con sus peroratas huecas, rehuyendo las preguntas incómodas de los periodistas
en las ruedas de prensa.
Ante las críticas y solicitud de explicaciones
por parte de la oposición de las derechas, responde diciendo que utilizan los muertos como arma política y
para derrocar al Gobierno, con referencia explícita al PP, al que acusa de
seguir los pasos de la, para él, extrema derecha, en alusión a Vox. Lo afirma
sin inmutarse ni pudor alguno, faltando a la verdad. Sin embargo, a su socio de
Gobierno, “ Unidas-Podemos” , que es de auténtica extrema izquierda, lo lleva
en bandeja, disimulando su mayor o menor agrado por tan perniciosa y peligrosa
compañía. ¿ Y para qué hablar de sus concesiones a BILDU y separatistas
?
En fin; Pedro Sánchez, en sus ansias no
disimuladas por figurar y destacar, quisiera ser la estrella máxima de Hollywood
y el muerto en el entierro. Sus palmeros no se atreven a decirle: “ Si no sabes
torear, pa qué te metes “.
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