El dinero viene y va.
Efímero es su valor.
Cuando no se tiene,
resignación y esperar
a tiempos más propicios.
Si sobradamente se posee,
no hay que perder la cabeza
ni darle mayor importancia.
Embriagarse por su abundancia
es idolatrar el becerro de oro.
No se es más por tener más.
Prima la sencilla humanidad,
el desapego a lo material,
el implicarse en ayudar
a los que poco o nada tienen,
y destinar los beneficios 
empresariales
a fomentar el trabajo y la prosperidad 
social.
El dinero, además de destinarlo a las 
propias necesidades y obligaciones 
familiares,
tiene un fin social. Destinar una parte de él 
a obras benéficas, es un acto de amorosa 
caridad .
Dicho lo cual, a nadie se le pueden 
negar
las legítimas aspiraciones a 
prosperar.
La miseria extendida en partes del 
Mundo
apela a las conciencias. 
Es un insulto y reproche a la Humanidad.  
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