El guiño del ojo, invitando a “ ligar
“
o a aceptar un requerimiento
para bailar, cayó en desuso tiempo ha;
sustituyéndose por otras expresiones
gestuales y orales más directas,
que implican un arriesgado,
a veces desvergonzado, “ cantar “.
Las palabras dulces y corteses,
si se interpretan como acosadoras
o insinuantes, pueden acarrear
un disgusto para quien las dirige,
dependiendo del humor, feminidad
o cómo amaneció el día para la que las
recibe.
Si no hay seguridad de que el halago fino
es querido, esperado y apreciado,
conviene no mirar, hacerse el
distraído
y que la beldad siga su camino.
Las señoras de muy avanzada edad,
nunca desdeñarán el elogio.
Si le precede señorita,
en vez de señora, al benevolente “ piropo ”,
se sentirán rejuvenecer.
Díganles siempre “ ¡ qué guapa que
es,
qué bien que la veo ! ”. Sus ojos
brillarán.
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