sábado, 13 de septiembre de 2014

ANTE EL DESAFÍO CONTUMAZ…

 

En cualquier escenario de una hipotética confrontación interna en España, que constituya un desafío a nuestra Nación, un acto de rebeldía o el incumplimiento de la legalidad, es necesario conocer las intenciones del adversario para abortarla antes de que se inicie y para sofocarla si se consuma. Ese conocimiento es imprescindible para diseñar con antelación los distintos planes de actuación que ofrezcan la adecuada, proporcional y gradual respuesta a la magnitud o gravedad del ilícito perpetrado, con el fin de restablecer la normalidad y que los culpables acarreen con las consecuencias previstas en la legislación. ( Las amenazas o agresiones externas también requieren de planes específicos para contrarrestarlas, pero no son ellas a las que nos referimos ).

Tal previsión ejecutiva difícilmente puede resultar disuasoria y eficaz si no se aprecia determinación real de llevarla a cabo. El adversario de la Nación se crece cuando no siente la merecida respuesta a los sucesivos pulsos, los aumenta y el conflicto, por no haberlo cortado a tiempo, adquiere una dimensión que a los ojos de muchos parece irresoluble; lo que constituye un craso error.

La equivocada apreciación podría resultar comprensible, aunque no justificada, si proviniera, por una parte, de pesimistas y rendidos de antemano, y de los visionarios instalados en la otra, la de los enfrentados a los demás españoles que se creen seguros de conseguir sus objetivos. Pero nunca sería admisible ni disculpable si procediera de las altas instancias oficiales encargadas de velar por la unidad de la Nación, asegurar el cumplimiento de las leyes y corregir su incumplimiento. La repetición contundente afirmando que se cumplirá la legalidad- cuando reiteradamente se ha incumplido- al no venir desde hace años acompañada con hechos suficientes por parte de gobernantes de distinto color, puede mover a la incredulidad.

Cuando se tiene la razón y los resortes del Gobierno es obligado defender la legalidad. El apelar a la prudencia, al diálogo y a los Tribunales, está bien siempre que el de enfrente esté dispuesto a ello y no lo interprete como signo de debilidad e indecisión; pero ante el desafío contumaz y la reiterada desobediencia procede aplicar las previsiones constitucionales, activando progresivamente los correspondientes planes de actuación previamente elaborados. Ante los hechos que previsiblemente se avecinan, no hay que descartarlo. A veces se llega a un extremo en el que ya no se puede transigir más.

Lo escrito, como se habrá deducido, viene a cuento del desafío secesionista en Cataluña, al que le han dado nuevos bríos Junqueras y Mas. Por bien de todos, que den marcha atrás.

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