martes, 23 de septiembre de 2014

ORACIÓN DE LA SERENIDAD.

 

Con frecuencia se escapa al común de los mortales lo que subyace tras las decisiones ajenas de distinto orden que, de una u otra manera, positiva o negativamente, le afectan en momentos de su vida, sean de orden anímico, de creencias y valores o materiales. Incluso las adoptadas por los gobernantes y otros poderes decisorios pueden, a su vez, depender de imprevistos y situaciones difíciles de  controlar; máxime cuando hay diversos intereses en juego, a nivel interno e internacional, en un mundo tan complicado como es el globalizado.

Pese a ello, la gente opina legítimamente según las apreciaciones personales, con la posibilidad de errar o acertar, y actúa en consecuencia, creyéndose que está en posesión de la verdad o guardando ciertas reservas sobre ella y su grado de verosimilitud. Y es que el aprendizaje y ejercicio del discernimiento implica ponderación, rectitud de intenciones, experiencia y voluntad. Muy pocos alcanzan la sabiduría, casi siempre parcial por cuanto su aprehensión global no suele prodigarse en el ser humano.

Pese a realidades tan complejas, procede discernir el bien del mal, cultivar el espíritu para afrontar adversidades y aproximarse al ideal- nunca alcanzable del todo- de la perfección total. La humildad, el conocimiento de las limitaciones y flaquezas propias para superarlas, la comprensión para las ajenas, el desterrar el egoísmo, el centrarse en lo esencial y no en lo accesorio e inútil, y la ayuda a los desvalidos y a los que sufren, son herramientas que ayudan a conseguirlo.

Ante lo que puede parecer que no está en mano de uno solucionar, cabe recurrir a la llamada oración de la serenidad: " Dios, dame la serenidad de aceptar las cosas que no puedo cambiar; valor para cambiar las cosas que puedo; y sabiduría para conocer la diferencia".

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