Tener un animal de compañía, generalmente perro, gato o ambos, implica asumir la responsabilidad de su cuidado y el cumplimiento de las disposiciones impuestas a sus propietarios. Hay quienes los tienen o adquieren por caprichosos impulsos, sin reparar en las obligaciones cívicas que ello conlleva y, por tal motivo, se producen tantos abandonos de los mismos en los periodos vacacionales por considerarlos un estorbo. Ni siquiera se plantean que, tal vez, algún familiar o amigo los acogería temporalmente, como tampoco que hay algunos establecimientos hosteleros que los admiten, al igual que hay determinadas personas que por un módico precio se encargan con esmero de su cuidado, alimentación y de los servicios complementarios procedentes en cada caso.
A nadie se le obliga a tener un can, un felino doméstico o un pajarito, pero cuando se opta por ello hay que ser consecuente con la obligación que se contrae. Uno de los parámetros que revelan el grado de civilización va asociado con la sensibilidad que se tiene con las mascotas. Aportan compañía, hacen más llevadera la soledad e, incluso, se han señalado determinados efectos terapéuticos sobre ciertos estados anímicos, cognitivos y relacionales.
El perro suele ser la mascota preferida y más fiel; por algo ha quedado acuñado que “ es el mejor amigo de hombre”. No lo abandones, como tampoco a ningún otro animal de compañía que, en su día, libremente decidiste tener.
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