jueves, 6 de julio de 2017

EL SOS VENEZOLANO.

Venezuela huele a muerte. El pueblo, que  reclama libertad, democracia y una mínima subsistencia digna, es reprimido violentamente por los sicarios de Maduro, con la complicidad y aquiescencia de quienes están obligados a defender a sus compatriotas: los estamentos militares, policiales y gubernamentales. Se ensañan salvaje e impunemente con la oposición y la disidencia que, diariamente, se manifiesta o simplemente se pronuncia en contra de la tiranía que oprime a la ciudadanía impotente.

El antaño país prospero ha devenido en miseria espeluznante y en un narco Estado mafioso. Sólo los dirigentes bolivarianos y sus huestes disfrutan en abundancia de aquello que se le niega al pueblo. El impresentable Maduro, que sólo sirve para matón barriobajero, desgobierna con mano de hierro candente, habiéndose aplicado en seguir el asesoramiento comunista cubano. Como todos los tiranos precisa la invención de los “ enemigos exteriores “; pero tal recurso falaz no cuela. Él y sus secuaces son los enemigos de la nación venezolana. Aparte de la hambruna y las sumas carencias que asolan al común del país, las bandas represoras llevan ya asesinadas más de cien personas en los últimos tres meses, y la aniquilación y el encarcelamiento de los discrepantes no cesa.

El SOS lanzado al mundo occidental no tiene respuestas efectivas. Los intentos de diálogo para que vuelva la paz y la democracia en Venezuela resultan baldíos. A no ser que se produzca un levantamiento militar que dé fin a la calamitosa situación ( lo que a día de hoy no parece probable, dada la cantidad de estómagos agradecidos y la depuración de mandos), se producirá una masacre contra el pueblo. Éste, por supervivencia y estado de necesidad, seguirá con sus justas y legítimas reivindicaciones; merece el auxilio y apoyo sin tardar.

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