lunes, 11 de septiembre de 2017

EL BUCLE DESHUMANIZADO.


El cliente o usuario de cualquier servicio, público o privado, con frecuencia se ve impotente cuando quiere exponer personalmente un problema en busca de su solución, solicitar una aclaración o realizar cualquier tipo de consulta. Los prestatarios de tales servicios vienen implantando, a veces imponiendo, las comunicaciones y relaciones telemáticas en perjuicio de las interpersonales.

A mayor edad y, sobre todo, cuando uno no está familiarizado con las nuevas técnicas, resulta desesperante  tener como interlocutor a una grabación que te dice los pasos a seguir, o una página web que te indica lo propio, y tras varios intentos fallidos retorna al inicio. Mas lo realmente desesperante es cuando, preso de los esfuerzos baldíos, no se consigue hablar directamente con la persona indicada, sino que se ve uno inmerso en un bucle deshumanizado, sintiéndose un simple dígito esclavizado.

El empleo de las nuevas tecnologías, con independencia de sus avances e indiscutibles aspectos positivos, está al servicio del hombre, y éste, como ser humano, precisa de alguien en el que pueda confiar, contarle sus cuitas y, dentro de lo posible, recibir la comprensión, el asesoramiento o la ayuda que precisa. ¿ Tan difícil es compaginar ambas cosas ?

Ninguna máquina puede suplir la tranquilidad, cordialidad y empatía que facilitan las relaciones personales. Cuando fallan éstas, se añoran los viejos tiempos: el cura, el médico, el boticario, el maestro, el cartero, el empleado del banco o la caja, la centralita telefónica, el tricornio, la gorra de plato y ese largo etcétera que, aun con las escaseces y limitaciones de antaño, hacían sacar de sí lo mejor del ser humano.

En fin, muchos se consideran cacharros viejos con corazón joven, que piden poco: ser escuchados y atendidos mientras llegue el momento de ser depositados en el desguace. Ya me entienden.

No hay comentarios:

Publicar un comentario