Gobernar no es tarea fácil; nunca se consigue contentar a todos. Si a ello se añaden las diferencias e intrigas políticas, así como las diferentes soluciones que se proponen desde diversos ámbitos para solucionar y afrontar todo tipo de cuestiones( económicas, sociales, laborales, educativas, territoriales, de igualdad, etc. ), además de incomprensiones y críticas, hay que tener una alta vocación y ambición políticas para dedicarse a tal actividad. Esto se da tanto en los gobernantes en ejercicio como en los que aspiran a serlo algún día.
Punto y aparte son los que se dedican a la política como un “ modus vivendi” para asegurarse el sustento, sea honestamente o sin hacer asco a corruptelas. Pero, sea con propósito recto y loable, o medien intereses censurables o cuestionables, lo cierto es que las sociedades necesitan ser gobernadas.
En nuestro país y por nuestra particular idiosincrasia, aunque también ocurre en otros, gran parte del común nunca se dedicaría a la política activa, debido a los muchos sinsabores que produce en comparación a las pocas satisfacciones. Éstas, cuando se dan, son efímeras.
En los momentos crucialmente graves por los que atraviesa actualmente la Nación, viene a la memoria lo que Estanislao Figueras y Moragas, presidente del primer gobierno de la I República española, dijo en el Consejo de Ministros celebrado el 09-06- 1873: “ Señores, voy a serles franco: estoy hasta los cojones de todos nosotros “. Dicen las crónicas de entonces que, acto seguido, abandonó la reunión, y esa misma noche se fue en tren a Francia; o sea, no se plantó frente al astado e hizo la “ espantá “.
Cuando las cosas se ponen difíciles, como ocurre con el actual desafío secesionista catalán, el valor, compatible con la prudencia, es lidiar con decisión, firmeza y temple. En ello y en defensa de la legalidad se está actuando, pese a la persistencia contumaz del toro traicionero.
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