Nicolás Maduro, al igual que otros déspotas, menosprecia al pueblo, supliendo cínicamente sus carencias intelectuales y para la gobernanza con exabruptos, amenazas y chulería de matón. Utiliza la mentira y el engaño para aparentar ser un estadista democrático, y cual bufón pretende ser gracioso con sus salidas de tono y gestualidad, defendiendo lo indefendible.
Una vez más ha arremetido contra Mariano Rajoy, tachándole de dictador por oponerse a la desmembración de España, que pretenden los secesionistas catalanes con su proyectado referéndum ilegal y el delirio de la proclamación de la República Independiente de Cataluña. Con amigos como Maduro, no hace falta que tales separatistas aludan ni inventen, con victimismo infundado, enemigos internos; bastante tienen con él. En todo caso pueden encontrar en Maduro un valedor para encontrar refugio y asilo en Venezuela, si algunos pretenden exiliarse al ver sus deseos frustrados y acorralados por el peso de la Justicia; aunque no parece probable que se inclinaran por dicho destino.
Las mieles que disfrutan en España y seguirían saboreando, sea en libertad o prisión, ni por asomo las gozarían en ese “ paraíso” bolivariano. Nuestro país es súper garantista y, por soportar, aguanta lo que en otros de nuestro entorno democrático no se toleraría. Tampoco el dictador Maduro permitiría devaneos secesionistas en Venezuela, pero le supera su obsesión indigenista en contra de la “ Madre Patria “.
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