Son las izquierdas, los nacionalistas periféricos,con caja de resonancia de sus medios afines, los que modelan y manipulan a su gusto a las pobres mentes ignorantes, a la juventud desorientada y a la gente sin criterio propio, repitiendo sus “ mantras “ para que calen en la opinión pública. Hacen pasar por verdad lo que es mentira; aseguran como cierto lo que es dudoso; hacen prevalecer la presunción de culpabilidad sobre la de inocencia, y sus juicios paralelos son condenas anticipadas.
Se ensañan inmisericordemente con las desventuras ajenas, siempre que no afecten a los suyos; pretenden influir o determinar desde sus tribunas las resoluciones judiciales y decidir sobre lo que está bien o mal. En suma: son un grupo de presión que, por motivos ocultos o espurios, pueden levantar sobre el altar a un indeseable y llevar al ostracismo o al infierno a una persona justa.
Pueden darse contadas excepciones, así como que ocurran también tales prácticas en los grupos adversarios, pero la tónica general es lo anteriormente expuesto. Basta para comprobarlo prestar un poco de atención a lo que se difunde por los medios, tanto en informativos como en espacios de debate y opinión. O sea: leer, oír, ver, para después comparar y juzgar.
Lo que sorprende es el excesivo fanatismo y sectarismo de muchos de sus voceros. Parecen “ robots “ que funcionan a piñón fijo, día sí y el otro también. Lo que lleva a preguntarse si realmente piensan así, escenifican una impostura o son mercenarios de los medios en los que se explayan tan ciega y sectariamente. Por cierto, son medios influyentes y poderosos, política y económicamente, al servicio de la radicalidad y el populismo buenista; lo que no casa con su capitalismo salvaje y sin escrúpulos.
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