Si se aplicase nuevamente en Cataluña el artº 155 de la Constitución, habría que hacerlo de larga duración y con mayor alcance y profundidad. No sería suficiente cesar a los componentes del Gobierno autonómico, a otros altos cargos comprometidos con el secesionismo, o con medidas de corto calado. Tendría que completarse con el desmantelamiento de las estructuras que han implementado activamente el sentir separatista antiespañol y la expansión secesionista en diversos niveles: educacionales, culturales, mediáticos, propagandísticos, de seguridad, etc.
Como se ve no es tarea fácil. Las resistencias a la misma serían fuertes- posiblemente violentas-; ello hay que darlo por supuesto, así como tener la respuesta planificada si se decidiese pasar a la acción en defensa de la unidad de España, recuperar las libertades que el nacionalismo ha negado y liberar de la discriminación a los que se identifican como catalano-españoles en aquellas tierras. Lo que no procedería es dejar el trabajo a medio acabar.
Es de un voluntarismo y buenismo supino pensar que se puede dialogar y llegar a acuerdos legales con quienes se aferran a su muro de la sinrazón y contumaz rebelión, a no ser que responda a motivos más graves: la incapacidad para gobernar un país, el pavor a no controlar la situación o contemporizar con quienes atentan contra las esencias de la Nación.
Se dice que la Historia juzga y pone la cosas en su sitio. Admitiéndolo “ a priori “, aunque no siempre sucede así, suele pronunciarse tardíamente y en demasía cuando el mal no tiene remedio. Si al menos valiera para no reincidir.
El problema se le ha ido al gobierno de las manos y con tanta mano izquierda y blandeza la mitad de los catalanes están viviendo un día a día muy complicado. Hay tensión social y no se está velando por los intereses de todos. A ver si de una vez se dejan de tonterías y prevalece el interés general al minoritario.
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