Sea por principios, ingenuidad, o por temor a ser tildado de derecha reaccionaria y sectaria, el Gobierno de Rajoy no hizo tantos cambios notables como los que el PSOE lleva efectuados en la RTVE de modo tajante y rápido, especialmente con las caras más notables de los espacios informativos.
Detrás de ellos- calificados por muchos conocedores del medio como “ purgas “- se nota la mano del líder de Podemos Pablo Iglesias, quien nunca ha ocultado su ambición de mangonear la televisión de todos, al propio tiempo que se pronunciaba a favor de la desaparición de los medios privados.
Se han anunciado también diversos cambios de contenidos en la programación, lo que en principio puede considerarse como normal si no subyacen intenciones perversas y responden a expectativas de incremento de audiencia, así como a criterios de calidad, pluralidad y de interés público.
La televisión pública, que debe mantener neutralidad política, ser objetiva y fiel a la verdad, es un instrumento codiciado para la manipulación y uso partidista. A este fin se colocan en puestos claves a los “ comisarios políticos “ de evocación frentepopulista. El caso es que las alarmas se han disparado.
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