EL artículo 16,3 de la Constitución Española establece el principio de la aconfesionalidad del Estado, al declarar que «Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia católica y las demás confesiones».
La CE habla de cooperación, sobreentendiéndose que de un modo especial con la Iglesia católica, por su secular arraigo en nuestro país, tanto a nivel personal e íntimo como en las expresiones de fervor público. No se puede entender el “ ser “ de España sin su catolicidad y defensa de la Fe a través de los siglos.
Hay agnósticos y ateos respetuosos con el catolicismo y otras confesiones o prácticas religiosas. Pero determinados poderes públicos, sobre todo en sectores del socialismo y la extrema izquierda, pervierten la aconfesionalidad e infiltran en la sociedad el laicismo beligerante. Ante el anticlericalismo, que avanza con prepotencia y descaro, no se puede dar la callada por respuesta. Hay que plantarle cara con hechos, argumentos y cordura en defensa de lo que nos es históricamente propio. La Cruz y el sacrificio de tantos mártires que no renunciaron a ella son la savia para acrecentar la Fe y la vacuna para evitar la descristianización de España.
Habría que preguntarse si las mismas licencias que comenten contra la iglesia católica las harían con la religión musulmana, agravios, atropellos etc.
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