jueves, 8 de agosto de 2019

LA IGLESIA MISIONERA

Las personas heroicas de la Iglesia misionera viven muchos años, incluso hasta una edad avanzada o el final de sus días, entre los más míseros del mundo y en zonas peligrosas, que la prudencia aconseja no visitar, para aliviar las penalidades y condiciones infrahumanas de los nativos. Lo hacen por amor cristiano, llevando la alegría y la esperanza donde ejercen su misión, siendo su recompensa las sonrisas que reciben de los niños enfermos y desnutridos en los que se ceban las moscas; la otra la recibirán al morir y gozar de la contemplación divina. Es también meritoria la labor que hacen muchos laicos, creyentes o no, que con el mismo propósito se desplazan por largos periodos de tiempo a dichos lugares, incluso los que dedican su periodo vacacional a tal menester.

Cuando algunas imágenes televisivas y relatos nos ponen al descubierto las denigrantes y crueles realidades o nos las recuerdan, resulta difícil no estremecerse y clamar en contra de tamañas injusticias, provocadas por la maldad humana, así como por la indiferencia, inhibición o escasa implicación de los gobiernos y organismos internacionales que podrían remediarlas o reducirlas en gran parte.

La inmensa mayoría no estamos llamados o en condiciones, por motivos diferentes, a seguir el ejemplo de la Iglesia misionera y de los laicos citados, pero sí podemos trasladarles nuestra solidaridad, coadyuvar económicamente, según las posibilidades de cada uno, a tan encomiable entrega desinteresada y, si se es creyente, elevar preces para que Dios les ayude, proteja e incentive a integrarse en la Iglesia misionera. Jesús dijo: “ La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies “.

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