Es cuestión de pareceres, pero hay quienes hacen “ leña del árbol caído “ y otros no. Centrándonos en los políticos y altos cargos, descabalgados de sus poltronas o cuando ya no las ocupan, por ser corruptos o que han llevado un tren de vida escabroso y nada ejemplar, hay que dejar que se les depuren las responsabilidades que procedan y no ensañarse con ellos. Bastante tienen con el deterioro de su imagen, la carga que tienen que afrontar, el presente que penan o el futuro incierto que les espera, además del sufrimiento y las repercusiones negativas en el entorno familiar más próximo.
El carácter público de tales personajes obliga a
los medios a informar sobre las supuestas actividades delictivas de los mismos,
previa contrastación fiable, mas no a difundir los aspectos privados o íntimos
si no perjudican a la función que desempeñan o han llevado a cabo, a la
credibilidad de las Instituciones, a la seguridad o a las arcas del Estado. Pero
el morbo tiene venta en la sociedad, que se escandaliza hipócritamente cuando
los contenidos de algunas informaciones al respecto se intuían o eran conocidas
por amplios sectores de la misma. O sea, muchas primicias eran un secreto a
voces.
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