A Cirilo o Kirill, Patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa, le recomendó el Papa Francisco que no se convirtiera en el “ monaguillo “ de Putin, cuando aquel no atendió sus súplicas y reflexiones para que intercediera ante éste en favor de la paz para finalizara la invasión y la subsiguiente guerra que había desatado el presidente ruso en Ucrania.
Cirilo es mucho más que el “ monaguillo “ del
mencionado sátrapa. Justifica la invasión y alienta el belicismo ruso; pretende
ser también el Patriarca de los ucranianos ortodoxos, añorando el tiempo del
patriarcado unificado de los actuales dos países. Putin se cobija debajo de la
pomposa vestimenta religiosa de Kirill, para concitar la adhesión de la mayoría
ortodoxa rusa a sus planes expansionistas y reeditar la extinta Unión
Soviética.
Los desvelos de Francisco para detener la guerra
resultaron baldíos, pese a bienintencionados y cristianos que fueron y son. Se
quedó corto con el epíteto de “ monaguillo “; tal vez la caridad, más la
prudencia y diplomacia vaticanas, aconsejaban no ir más allá.
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