Hay que ser prudente y juicioso ante los que
disfrutan con su verborrea monotemática, quejica, victimista o de fijaciones
delirantes, rayantes en la paranoia. Tales personajes los hay, y van en busca
constante de a quién “ dar la paliza “ con sus cuitas personales, sin reparar
que tal vez no le interesen ni quieran conocerlas los oyentes, que soportan
estoicamente sus soflamas, a las que hacen “ oídos sordos “, y pensando sólo
cómo escabullirse para no seguir “ aguantando el tostón “. Replicar o entablar
polémicas estériles con quien cree que la razón le asiste siempre, y nunca “ da
su brazo a torcer “, es un empeño inútil y una pérdida de tiempo.
Lo mejor es eludir el encuentro, y si ello no es
posible, esgrimir algún pretexto para salir cuando antes del apuro. Cuando es
dificultoso emprender la huida, fingir que se escucha, mientras se dirige la
vista al entorno por si se divisa un conocido común que te releve o rescate.
Hay otra especie de parlanchines compulsivos, del
polo opuesto a los anteriores, que hablan sin parar, y de saberes
enciclopédicos. Se admiran sus vastos conocimientos, los exhiben sin respiro,
pero llegan a cansar. Lo hacen de buena fe, mas no dejan meter baza a nadie. Lo
malo es cuando se sientan a tu lado en una comida con motivo de algún evento ¡
Qué larga se hace ! Acabas con dolor de cabeza. Lo de siempre: lo poco gusta, lo
mucho cansa.
Hay más clases de “ Palizas”, sean sus parlas
nocivas, instructivas o inocuas, pero con los dos ejemplos expuestos, en aras a
la brevedad, sobra por hoy.
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