Si causa pavor ver por televisión el incendio de
los montes,
¿ qué sensación sentirán los que los presencian
sobre el terreno,
“ en vivo “, la devastación causada y la por
llegar, comprobando su avance voraz,
la impotencia para detenerlos y sofocarlos de
forma rápida y segura ?
Sólo lo saben y sienten los afectados por ellos y
los encargados de su extinción.
El fuego arrasador no respeta vidas, haciendas,
cultivos, flora y fauna.
Hace arder la madre naturaleza, es el infierno en
la tierra.
La conjunción de diferentes planes de
prevención,
cuando se precisa uno sólo y eficiente a nivel central,
coordinador de los demás y con mando único, es un
tema a considerar.
No cabe achacar sólo los incendios al cambio
climático;
la concurrencia de diversos factores y
condicionantes desata los incendios forestales.
La mano de hombre, por imprudencia o malicia, es
la causante también de un elevado número de ellos.
Son tantos los repetidos desastres desde la noche
de los tiempos,
que urge prevenirlos, minimizar sus efectos
calamitosos y repararlos en lo posible.
La Administración central y las periféricas deben
aunar esfuerzos,
replantearse sus dispersas directrices y
posiciones, para que ello sea factible.
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