Hoy es el primer domingo de Adviento. Inicio del
periodo de tiempo a la espera de la venida del Señor Jesús, el Salvador. Durante
cuatro domingos seguidos se enciente una vela, de una corona, como símbolo de
luz que nos alumbra para disponernos a recibir a aquel que viene en nombre de
Dios para salvarnos. Cada una de las velas expresa una plegaria para que Dios
nos asista para acoger a su Hijo que ha venido, viene y vendrá un día para
llevar su Reino a la plenitud.
Cuando se prescinde de Dios, se renuncia al
insuperable y único regalo que da sentido a nuestra existencia terrenal,
brotando y expandiéndose las malas hierbas que envilecen a las personas y al
Mundo, surgiendo odios, enfrentamientos e injusticias. Él es el verdadero y
único AMOR salvífico, el refugio seguro que nos da cobijo y protege contra todo
mal.
El engendrado, por obra del Espíritu Santo, en el
vientre de María, nos oferta la dicha completa e imperecedera. Pero para
gozarla, hay que rogarle que nos infunda y no decaiga la Fe, tan sujeta a
altibajos. En este tiempo de Adviento, predispongámonos a recibir con alborozo
su llegada y que anide siempre en nuestros corazones.
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