Las enfermedades pueden ser leves o más o menos
graves, pero no dejan de ser unos episodios o estados que afectan a la salud,
requiriéndose, según los casos, ingresos hospitalarios, atención especializada,
intervenciones quirúrgicas u observación y cuidados en las UCIS. Muchas
dolencias, con sintomatología leve, se resuelven con la prescripción de
determinados medicamentos y consejos a seguir para que desaparezcan. Lo que no
se debe hacer es acudir al remedio de un curandero.
Trasladando lo anterior a gran parte de la
política gubernamental y a los achaques que en muchos aspectos padece España,
parece que no estamos en manos de competentes médicos, sino en las de santeros y
hechiceras que proporcionan fórmulas magistrales de hierbajos tóxicos, haciendo
pasar por bueno y saludable lo que es nocivo, ya que andan sobrados de
palabrería embaucadora y manejos engañosos.
Es innecesario, por haber sido ampliamente
cuestionado e incluso avisado con antelación por mentes jurídicas preclaras,
reseñar las tropelías legales consumadas o en proyecto, algunas aberrantes, así
como las consecuencias indeseables que conllevan. Ciñéndonos solo a lo que ahora
está en más candelero, vemos el error de la ley de “ Solo el sí es sí “, la
perspectiva restrictiva y condicionada de la malversación de caudales públicos,
el proyecto de eliminar el delito de sedición y sustituirlo por el de desórdenes
públicos agravados y la rebaja sustancial de la pena. Al respecto, valga como
símil el dicho antiguo de los manicomios y dementes: “ No están dentro todos los
locos, pero sí lo son los que están “.
El máximo responsable de tanto desafuero,
promotor y consentidor mayor, se encuentra estos días en Bali con motivo del
G-20. Allí le oyen, pero no le escuchan. Lo tienen calado. Si una vez terminada
la Cumbre, prolongara su estancia por aquellos lares, no le echaríamos de
menos.
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