Ya lo sabemos. Si no queremos que el peso de la “
Ley de Memoria Democrática “ caiga sobre los que exaltan a Francisco Franco, su
obra y el legado que dejó al morir, hay que autocensurarse y no hacerlo. Con
todo quedan dudas en el aire, como las siguientes a título de
ejemplo:
¿ Se puede decir el número de condenados a muerte
que indultó; reconocer la magnificencia del Valle de los Caídos y el espíritu
reconciliador con el que se erigió, así como discrepar de su nueva denominación
y la nebulosa de su pretendida “ resignificación “; recordar la construcción de
pantanos y las casas de protección oficial; reconocer la extensa clase media
entre la población, el progreso industrializador y su continuado avance; admitir
el hecho de las pagas extraordinarias, los diversos seguros sociales, la sanidad
pública y el aumento de la enseñanza y la educación; difundir el testamento a
los españoles, próxima ya su muerte; las multitudinarias concentraciones en su
apoyo y las kilométricas colas para desfilar y honrarle ante el féretro que
contenía su cadáver; su habilidad política como Jefe del Estado y prestigio
militar ?
Paramos con los interrogantes, a los que se
podrían añadir muchos más, pues las dudas persisten sobre si su solo
planteamiento es punible o puede llegar a serlo. Por si acaso, nos
autocensuramos. Los sectarios y revanchistas, dependiendo de qué y contra quién,
defienden o castigan el ejercicio de la libertad de
expresión.
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