El paciente Rey es consciente
de los que le son fieles y 
traidores,
de los que aman a España,
la odian o les cae indiferente.
Conoce a los truhanes, a los falsos,
a los malos bichos, a los bien
y mal intencionados, a los leales,
y a los que les gustaría con la Monarquía 
acabar, 
instaurar la Nación de naciones,
delirio de la República Federal,
y finiquitar nuestro Régimen 
constitucional.
Escrupuloso con la legalidad
y la neutralidad política,
convoca la segunda ronda de 
contactos,
tras fallar el primer encargo de 
investidura.
Sopesará quién podrá tener más 
apoyos,
aunque de las palabras no se pueda 
fiar.
Sabe llevar su responsabilidad y 
cargo,
cumple a la perfección sus 
funciones,
ignorará plantones a la llamada 
real,
tratando a todos por igual.
Haga lo que haga el Rey,
se ignora el final de lo que suceda, 
y el desenlace de la larga agonía 
patria.
Lo que parece seguro es que Sánchez,
si fuera el designado y ganara la 
contienda,
no la va a curar, sino a empeorar.
El equipo “ médico “, reunido en torno a 
él,
clavará los bisturíes a diestro y 
siniestro,
salpicando de sangre el quirófano.
La anestesia aplicada sobre el 
operado
le impedirá resistirse, pedir auxilio y 
chillar.
No hay que desesperar, pese a los malos 
augurios.
Si con la muerte aparente se mantienen 
las constantes vitales, se puede 
resucitar.
Resistir, luchar y vencer, para vivir.
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