La RAE la define como “ Demostración de
cariño
afectada y empalagosa “.
La personas que, de forma exagerada, así se
comportan,
lo hacen “ generalmente para conseguir algo
“.
Recurren a la simpatía y pillería.
Tras los iniciales halagos, viene la petición,
el favor demandado.
Si te creen “ facilón “, cruzan de acera y te
abordan al verte.
Si no, te buscan y fingen encuentro
casual.
Varias son los ardides y pretextos
empleados.
Muestran el agradecimiento con: “ Gracias, que
gran corazón tienes.
Nunca olvidaré tu favor. Te debo una. Un abrazo y
adiós “.
Los que de este guisa se comportan no son
amigos,
muchas veces ni conocidos, son pillastres sin solución.
Por su culpa, la gente desconfía
del realmente apurado y necesitado, que se le
acerca.
Distinguir unos de otros es
conveniente.
En caso de duda, siempre que se pueda
,
sigue la máxima: “ Haz bien y no mires a quién “.
Y tener en cuenta el dicho: “ Ni eres más porque
te halaguen,
ni menos porque te desprecien. Lo que eres, eso
eres: tú “.
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