No pueden dar lecciones
los que mucho tienen que aprender.
Hay que apretar bien los codos,
para alcanzar el aprobado,
el notable o el sobresaliente
y destacar en la excelencia.
En las diversas ramas del saber
y del correcto actuar personal,
ser maestro es una aspiración
y un reto a imitar; pero abundan
los que se estancan, conforman y resignan
con la
mediocridad alcanzada, por la falta
de oportunidades, dificultades de la
vida,
indolencia o sentirse complacidos como están.
Como no todos podemos llegar a lo
alto
ni lo deseamos, no admiremos a los que,
sin dar un palo al agua ni mérito
alguno
son encumbrados. Bastantes cazurros
hay.
Aunque no todos valemos para lo
mismo,
seamos eficientes y responsables
en nuestra diaria labor.
La asignatura de la vida, cualesquiera
que
sean los oficios desempeñados,
todos igual de dignos, si se lleva bien
aprendida,
a nuestra descendencia y juvenil entorno
próximo,
la podemos enseñar. El tronco común
abarca la honradez, el honor y la
dignidad.
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