martes, 25 de febrero de 2014

DESVERGÜENZAS EN DEMOCRACIA.

La espada en alto del reproche social no disuade al desvergonzado, que prepotente y cínico piensa que su cabeza está a salvo. Ante el remoto supuesto contrario, asume la eventual desventura como un riesgo de pasajero accidente en el camino del mal hacer. La indiferencia hacia lo intrínsecamente reprobable nace del egoísmo personal o de grupo, que en su afán depredador desconoce la vergüenza, adormila la conciencia y prodiga el todo vale.

Las democracias, aún admitiéndose que son el menos malo de los sistemas políticos posibles, no son la panacea para que el cuerpo social sea inmune a lo que puede corromperlo. Quedan desvirtuadas si en su ejercicio se orillan los valores humanos, los principios legales y éticos, y no funcionan o reaccionan sin la adecuada celeridad los mecanismos correctores respecto a los que los obvian. La degradación democrática es mayor cuando la inobservancia corre a cargo de aquellos a los que, por su situación, es más exigible la ejemplaridad.

Los cauces de representación popular deberían servir para elegir a los más capacitados, honrados y con voluntad de servicio al interés general. Para llegar a una verdadera democracia son los ciudadanos los que tienen que elegir sus representantes y no los partidos políticos, arbitrándose fórmulas eficaces para detectar y erradicar a tiempo las posibles irregularidades. El sistema actual partitocrático es malo, endogámico y caro.

Plausibles son los intentos de regeneración de la vida democrática y para la transparencia de la gestión y vida pública; pero podría quedar en un desiderátum si los diferentes partidos, organizaciones e instituciones sólo ponen su interés en ocupar parcelas de poder y gozar de privilegios.

En el corto tiempo que llevamos de democracia se han visto cosas impensables en sus inicios. Ya es hora de rectificar pero para mejor y tirando todos unidos del carro en la misma dirección. Y es que al amparo y burlando la democracia, unos cuantos-bastantes- han provocado un descontento generalizado.

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