Madrid se ha convertido en paradigma de " manifestódromo " callejero. De las manifestaciones que se realizan en la capital, un promedio de tres al día, durante 2013, acabaron en la Puerta del Sol o trascurrieron por sus cercanías, originando los subsiguientes perjuicios económicos para los comercios de la zona, molestias para el vecindario y turistas, y obstáculos en superficie para el tránsito a pie y el tráfico rodado.
El derecho de manifestación y reunión está reconocido constitucionalmente, aunque es sabido que, bajo el pretexto de expresar descontento o formular reivindicaciones legítimas, su ejercicio responde en muchas ocasiones a exclusivas razones políticas para desgastar a los gobernantes, crear sensación de inestabilidad e indisponer a la población en su contra. Los profesionales de la manipulación y agitación son maestros en explotar sentimientos, necesidades o aspiraciones, encauzándolas a los fines que realmente persiguen.
Resulta lamentable que, en la práctica, parte de las manifestaciones deriven en casi ocupaciones totales de las vías públicas por las que trascurren, y apenas dejen espacio en las aceras para los viandantes, causando limitaciones forzadas a ciertos derechos de los que no participan en las mismas. Ello sin contar con los actos de vandalismo a cargo de los grupillos violentos que se suelen sumar a las más numerosas y con mayor carga ideológica.
El Gobierno de la Comunidad de Madrid ha pedido al Ministerio del Interior que se usen itinerarios alternativos, u otro tipo de medidas legales, para solucionar o paliar el problema; pero parece que no habrá más remedio que seguir aguantando, guste o no, con lo que hay, aunque resulte para quien lo sufre un incordio continuado.
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