El derrumbe del PP en las elecciones autonómicas y locales de anteayer resultó ser mayor del previsto, pese a haber sido el partido más votado, pero con mayorías insuficientes para gobernar en muchos municipios y autonomías. La pérdida de dos millones y medio de votos respecto a las municipales de 2011 le imposibilitará para gobernar en considerables partes del país, y será desalojado de muchas de las instituciones en las que gobierna por el frente popular de izquierdas, que se concertará en su contra.
Como tal frente, tiene por objetivo último que ocurra lo propio en los próximos comicios generales. Mostrará hasta entonces una cara y gestos complacientes con sus electores, sin excesivos cambios traumáticos para no asustar al personal en general, pero si lo consigue y se hace con el gobierno de la Nación enseñará su verdadera faz. El disimulo oportunista durará lo estrictamente necesario.
Las izquierdas y más la radicales o extremistas, anunciaron sus propósitos con reiteración, así como por dónde iría el cambio que propugnan. Previsiblemente, el PSOE, que ha perdido setecientos cincuenta mil votos, se abrazará a los radicales, y pasado un tiempo surgirán las discrepancias y desavenencias si no se pliega a sus dictados. Con todo, la pasada por la izquierda puede ir para largo, y la sociedad española, salvo la nueva " nomenklatura", se " enterará de lo que vale un peine".
Al PP apenas le queda tiempo para recuperar el voto de los que antes habían confiado en él. Debe hacer la autocritica y cambios que tantas voces le reclaman, y si se empecinase en " mantenella y no enmendalla" acabaría cavando su propia fosa, dejando huérfanos a sus militantes y votantes, que ya andan pesarosos, y muchos de ellos se sienten desesperanzados. Habrá las lógicas deserciones y abandonos típicos en estos casos, pero las esencias ideológicas originales se recuperarán y subsistirán. Tiempo al tiempo. El inicial y comprensivo desánimo vendrá seguido de nuevos y renovados bríos.
Por ello, relegada la formación popular a la oposición, deberá ejercerla con constancia, fe y ejemplaridad. Sus mensajes, para que calen en la opinión publica e ilusionen, deben efectuarse con contundencia, naturalidad, corrección, fundamentados y sin complejos, reconociendo los errores propios y poniendo al descubierto los fallos y extravíos protagonizados por sus adversarios; aplicándose, por otra parte, en la utilización de las influyentes redes sociales, y evidenciando proximidad y empatía con los ciudadanos, sin olvidar la labranza en el campo juvenil.
No obstante, el bipartidismo no ha muerto. Las coyunturas difíciles como las actuales serían fácilmente salvables si el PP y el PSOE, respetándose ideológicamente, se concertaran en lo esencial para bien de España. El PSOE, de momento, prefiere otros compañeros de viaje, y más tarde o temprano puede salir escaldado.
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