España
está en una grave encrucijada. Del modo como se salga de la misma
dependerá el estado futuro de nuestra democracia, la unidad de la Nación, la
recuperación económica y del empleo y, en suma, el bienestar de los españoles
conviviendo en concordia, prosperidad y libertad.
Lo
sensato, tras el resultado de las últimas elecciones generales, hubiera sido la
llamada gran coalición ( PP, PSOE y C´s) para sacar a España del atolladero y
afrontar los retos de nuestro país con esperanza e ilusión, conformándose un
gobierno presidido por la fuerza más votada(el PP). Pero el veto del jefe de
filas de los socialistas, Pedro Sánchez, los socialistas, Pedro Sánchez, y parte
destacada de sus actuales mandamases, a Mariano Rajoy y los populares, lo
hicieron imposible.
Sánchez
desoyó las sugerencias y los diversos mensajes lanzados al efecto; incluso los
de varias figuras señeras y respetables del socialismo. Pesó en él más el odio a
la " derecha", la ambición desmedida por alcanzar la Moncloa y su personal
supervivencia política que el interés superior y el servicio a la Nación, siendo
el causante y máximo responsable del laberinto endiablado en el que nos
encontramos. Sólo si Sánchez fracasara en sus intentos, podría intentarse la
gran coalición, que requeriría, si se optara por ella, renuncias
y cesiones por parte de los tres partidos arriba citados.
El
caso es que la cosa política está encanallada y sin visos de solución.
Y si Sánchez, para poder optar a una segunda investidura y ser elegido
Presidente, se apoyara en la extrema izquierda populista y del
independentismo-pasos está dando-, acabaría siendo rehén de ellos y las
consecuencias para España serían nefastas. Precio desorbitado e infecto para
colmar una ambición.
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