Insistir
sobre las desventuras de este país resulta cansino para quien las escribe o
dice, al igual que para el lector u oyente. Por eso es conveniente guardar
silencio de vez en cuando; máxime cuando la resolución de las tribulaciones,
que causan desazón lindante con la desesperanza, no depende de uno.
No
obstante, ello no implica arrojar definitivamente la toalla y desentenderse de
los problemas que acucian a la Nación y a los españoles. Por compromiso cívico
y patriotismo, proceden las aportaciones individuales o colectivas de diversas
clases, que están al alcance de cada sujeto o grupo, orientadas al bien común y
a los intereses superiores nacionales. Si, además, son desinteresadas, deberían
merecer mayor receptividad de los responsables de la conducción y el control de
la gestión pública.
Pronto,
se dice que en Junio, habrá nuevas elecciones generales a causa de la
investidura fallida y los enconamientos partidistas, que por desgracia hemos
visto y sufrido. ¿ Se repetirá más de lo mismo o prevalecerán el sentido común
y los intereses generales ?
Del
resultado de tales elecciones y de los pactos subsiguientes dependerá el futuro
próximo de la Nación, de su unidad y el de la democracia. Mientras tanto, los
silencios eventuales ayudan a la reflexión y a preguntarse: ¿ pude y puedo
hacer algo más y mejor por mi país ?
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