El " postureo" político, del que tanto se habla, es una argucia con la que se quiere transmitir una imagen basada en las apariencias y en las poses. No se improvisa; se planifica y ejecuta como técnica de márketing para dar sensación de naturalidad y credibilidad. Es por tanto una impostura( según el DRAE: fingimiento o engaño con apariencia de verdad), que mueve a confusión, mediante la cual se procura causar un golpe de efecto en beneficio de los que lo teatralizan y de los postulados que defienden.
En el actual vodevil político para conformar un gobierno, se han dado "postureos" merecedores de óscar. Repárese, por ejemplo, en el paseo reciente de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias por la " pasarela de San Jerónimo" al encuentro con los medios, expectantes por captar la imagen inédita. La fotografía de ambos, vestidos de informal y con abrigo abierto, ocupó la portada de los principales periódicos. Parecían dos galanes. Si no culminan sus ambiciones políticas no deben preocuparse; su futuro lo tienen asegurado en los desfiles de modelos o en los culebrones televisivos.
Los dos se han rechazado hasta la saciedad. Ahora andan de flirteo en busca del " feeling" y compañeros de cama. Si consiguieran tumbarse en el tálamo, ya fueran tres o más los ayuntados, las astas aviesas cabecearían y lucharían entre sí para adueñarse del lecho.
En cuanto a Albert Rivera, últimamente un tanto desorientado, contradictorio y prometido formalmente a Pedro, recela de Pablo y de los de su misma camada. Su querencia está perfilada, escora a la izquierda constitucionalista. Sus últimos vetos contra Rajoy y el PP, en contraste con las complacencias con Sánchez y socialistas, como mínimo desconciertan a parte de su electorado.
Volvamos al inicio. " Postureo " e impostura son las dos caras de la misma moneda; como la que aparece y desaparece a voluntad del prestidigitador. Hay que ser artista para tales malabares, haciendo ver como realidad lo que sólo es ficción. Divertido juego de entretenimiento, pero los conejos sacados de la chistera no son para comer. La transparencia en la política no casa con disfraces ni simulaciones; exige luz y taquígrafos, y más a quienes la propugnan. Discreción y cautela sí; Tomaduras de pelo no.
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