Con el “
Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros ” quiso expresar Pio Cabanillas que la
descomposición de la UCD obedecía al fuego amigo, al proveniente de las propias
filas, que disparaba contra el propio campo en esas luchas intestinas por el
poder y posiciones de influencia, y que acabó con dicha formación
política.
Más o menos
ostensibles, tales maquinaciones y pulsos se dan en los partidos actuales,
incluso en los llamados emergentes, máxime cuando en ellos confluyen diversas
tendencias, hay uniones de conveniencia coyuntural y camuflaje o desvío de los
ideales y principios programáticos iniciales.
Si a ello se
añaden los diferentes- a veces contradictorios- discursos y mensajes públicos,
frecuentemente matizados o rectificados posteriormente, se puede entender el
desconcierto de la gente, al que se suma el desencanto y la frustración que
originan los casos no ejemplares.
Como es
necesaria la acción política en toda sociedad y personas que a ella se dediquen,
con sus luces y sombras, no hay que vivir dándole la espalda a la realidad.
Aun sabiendo que la perfección humana no existe- “errare humanum
est”-, hay que saber distinguir entre lo bueno, lo menos malo, lo malo y lo peor, y
elegir en conciencia. De cualquier forma las intrigas, como la vida misma,
seguirán.
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