jueves, 20 de junio de 2019

NATALIDAD E INMIGRACIÓN

El invierno demográfico, derivado de la baja natalidad, es un grave problema que afecta principalmente a Occidente. En lo que se refiere a España, el año pasado hubo más defunciones que nacimientos. La única esperanza para acabar con esta realidad alarmante es, además de arbitrar medidas que estimulen el fomento de la maternidad, aceptar e integrar la inmigración legal que, además de aumentar la población laboral activa, ayudaría al mantenimiento de las futuras pensiones y conllevaría invertir el ritmo decreciente de nacimientos.

Habría también que priorizar la llegada regular, procedente de los países con los que compartimos iguales o similares raíces culturales. Pero sin desentenderse de las diversas situaciones, que se dan en determinadas regiones africanas y orientales, y que obligan a sus habitantes a buscar a la desesperada su entrada en Europa, huyendo de hambrunas y toda clase de violencias.

Las potencias mundiales, en vez de enfrentarse entre sí por razones económicas y geoestratégicas, deberían aparcar sus diferencias y ambiciones, y dedicar gran parte de sus variados recursos- económicos, militares, tecnológicos, etc.- para intervenir y crear las condiciones de paz, estabilidad y desarrollo en las naciones cuya población se ve obligada a huir en busca de un futuro mejor. Los países que orbitan en torno a las citadas potencias deberían, dentro de sus posibilidades, coadyuvar a tan noble y humano empeño.

No debemos resignarnos a un presente y cercano futuro desolador. Hay que proteger al nasciturus; fomentar que nuevas vidas vean la luz e involucrarse para que el paso por esta tierra, en cualquier parte del orbe, sea digno para todos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario