“Visto para sentencia “, pronunció ayer el presidente de la Sala II del Tribunal Supremo al finalizar la vista oral del Juicio por el proceso separatista catalán. No ha sido un juicio político, como han mantenido las defensas y los encausados, sino el enjuiciamiento por presuntos hechos delictivos. La sentencia que se dicte en su día, cualquiera que sea el sentido de la misma, será de obligado cumplimiento y procederá su acatamiento. El Alto Tribunal dictaminará lo procedente, desde su acreditada competencia e imparcialidad, y a ello habrá que atenerse; aunque si no satisface las pretensiones absolutorias de los enjuiciados y de sus respectivas defensas, se interpondrán recursos ante el Tribunal de Estrasburgo ( TEDH), tal como llevan anunciando.
Los sucesos del referéndum ilegal, la declaración de la independencia- aparcada a continuación-, como la fase de la instrucción judicial y la de la vista oral, con su amplio despliegue informativo, fueron y han sido aprovechados por el independentismo para internacionalizar más el “ conflicto “, originado por el nacionalismo catalán obtuso, y para mantenerse en su victimismo falaz.
Como se sabe, sucesivos gobiernos de la Nación han sido demasiado condescendientes, durante años, con los separatistas, para conseguir su apoyo en algunos plenos de investidura del aspirante a ser el presidente del Gobierno español. Estos “ favores “ conllevaban contrapartidas dinerarias y cesiones de competencias estatales, con la vana esperanza de aplacar su voracidad y delirios; pero el “ monstruo “ fue creciendo e imponiendo en Cataluña el totalitarismo excluyente, perseverando en su rechazo a las esencias del concepto y ser de España.
Si la sentencia que se pronuncie es condenatoria, en todo o en parte, entrarán en liza, más tarde, algunos gobernantes para que quede en “ agua de borrajas “, ya sea mediante indultos o progresión en grados penitenciarios.
En cualquier caso, ocurra lo que ocurra, ha quedado patente la exquisitez del Tribunal con el derecho a la defensa y a la libertad de expresión; aunque los alegatos últimos de la mayoría de los encausados fueran mítines políticos dirigidos a sus seguidores televidentes.
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