Llaman enemigo a abatir
al pandémico Covid-19.
Afirman que será derrotado
en la guerra contra él entablada,
y que de ella saldremos
fortalecidos.
Pero hasta ahora él va ganando,
dejando un reguero de muertos y
heridos.
Caen alarmantemente los que luchan en
vanguardia,
en retaguardia, y muchos de los que se
aíslan
en refugios que creen seguros.
Desafortunada expresión la de
guerra,
reservada para la lucha armada entre
hombres,
enfrentados cara a cara,
en la que hasta los que ganan,
pierden.
En las confrontaciones bélicas
se exaltan las heroicidades, se ven
mal
las cobardías y traiciones,
los silencios guardan maldades,
miedos y el
penar del alma en los corazones.
No llamemos guerra a la lucha
contra el fantasmagórico virus,
invisible al ojo humano.
Cuando desaparezca, nada será igual,
quedarán el rememorar lo maligno que
fue,
el emocionado recuerdo de los
muertos,
las secuelas psico-físicas y las pesadillas
angustiantes.
Conscientes de nuestra fragilidad, saldremos debilitados,
recelosos ante el contacto con los
demás,
temerosos de que rebrote el virus o llegue
otro.
Esa será la nueva normalidad
hasta que, con el paso del tiempo
e idos los mayores, surja el olvido,
quedando en las hemerotecas lo ocurrido.
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