jueves, 8 de octubre de 2020

LA SOCIEDAD POST-COVID

 A causa de la pandemia se han restringido excesivamente la atención personalizada, que es la que genera proximidad y confianza en el administrado y en el cliente. Ocurre tanto en ciertas áreas del sacrificado y eficiente servicio sanitario, en las que dadas las circunstancias actuales se prioriza lo más urgente y grave, así como en otras dependencias públicas, en el sector bancario y demás oficinas de atención al público, aunque se lleve mascarilla, se guarde la distancia y se use el gel hidroalcohólico.

 
Se insta a la consulta telefónica y al uso telemático, produciéndose esperas y demoras largas. Da la impresión que en bastantes sectores persistirán dichas normas y limitaciones cuando el Covid-19 se erradique. Éste sirve también de pretexto para la reducción de determinados empleos, la implementación de salarios precarios y otros aprovechamientos de dudosa justificación. Tampoco conviene olvidar muchas de las disposiciones y decretos-leyes dictados, que nada tienen que ver con la pandemia.
 
Por supuesto que hay que velar por la salud pública y que la economía se resienta lo menos posible. Pero el hecho es que se está imbuyendo o imponiendo un nuevo estilo de vida y de valores, para conformar la nueva sociedad que surja después de la pandemia, en la que se cosifique más al ser humano y se le robotice.
 
Pese a los buenos deseos de algunos, cabe sospechar que de esta desgracia colectiva no saldremos fortalecidos anímicamente ni éticamente. Se correrá el peligro de la deshumanización, restando importancia a la trascendencia y a la dignidad de las personas. Ojalá no se cumplan estos augurios, y hayamos aprendido la lección de nuestra vulnerabilidad. Si fuera así, entenderíamos lo efímero de lo terrenal, y viviríamos en fraternidad con y para los demás. 

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