La erupción del volcán de La Palma está poniendo
a la vista de todos su fuerza destructora. Esperemos que no haya víctimas
mortales, que los daños materiales y ecológicos sean los menos posibles, que su
duración sea corta, y las ayudas o compensaciones oficiales permitan resarcir a
los damnificados por el mismo.
Pero hay otros “ volcanes “, que anidan en los
corazones humanos, que erupcionan para bien o para mal. Son las fuerzas internas
que producen estallidos de amor o de odio, decantándose por una de estas dos
opciones por diversas causas. Las benéficas engrandecen a las personas,
produciendo sosiego y tranquilidad de espíritu; mientras que las maléficas las
degradan, sin saciar el hambre de la maldad, salvo que se produzca una
reconversión en quienes las cometen, traducida en el reconocimiento del daño
causado y, si es posible, su reparación, además de pedir perdón.
A la par de los movimientos telúricos de La Palma, indicadores del ascenso subterráneo de la masa y gases volcánicos, se
preparaba un homenaje- camuflado de manifestación- a Henri Parot, el más sanguinario terrorista
de ETA, autor de 39 asesinatos conocidos, demostrando con ello, una vez más, el
ininterrumpido “ volcán “ maléfico que todavía persiste en una parte de la
sociedad vasca. Con la actividad criminal de esta banda acabaron las Fuerzas de
Seguridad y la Justicia, pero la actual correa terminal “ política” de
ella-Bildu- subsiste e incluso, para escarnio de la democracia, está instalada
en las Instituciones.
La lava de los volcanes fertiliza la tierra con
el paso de los años. El enaltecimiento terrorista y su justificación evidencian
la ruindad moral del “ volcán “ del odio hacia lo español, cuya “ lava “ se
desliza en demasiada gente de las Vascongadas y Navarra. Es indignante que a
algunos gobernantes y políticos no les repugne esa canalla.
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