No es una paisana cualquiera,
María Begoña Gómez Fernández,
ni primera dama por ser la esposa
del presidente del Gobierno,
Pedro Sánchez Pérez - Castejón.
Es una mujer de condición
social relevante, a la que escaló
siguiendo los pasos de su marido,
hombre enamorado y con ella
consentidor.
Por ser quien es la señora,
el palacio donde vive y del que
disfruta,
compartiendo colchón con el
inquilino
de la “ monclovita “ mansión,
debería haberse abstenido de
negocios
y recomendaciones, labrándose mala
reputación.
Aunque no fueran punibles,
no son éticos ni morales,
llevando un juez la instrucción.
Dos veces se ha negado a declarar,
derecho que asiste a los
investigados,
alegando que no sabe lo que se le
imputa,
usando una triquiñuela jurídica, difícil de
tragar.
Bien o mal asesorada, y sus espaldas
guardadas,
deja correr el tiempo, confiando en el
archivo
y que pase el temporal.
En cualquier caso, está quedando fatal
ante el imaginario popular.
No es la “ fachoesfera “ la que la
enfanga.
Sola o en compañía se ha metido en el
barrizal.
Si nada tiene que reprocharse ni
ocultar,
hubiera dado voluntariamente la cara,
presentándose
ante el Juez y diciendo:
“ Pregúnteme Su Señoría y las partes lo que quieran
saber.
Dispuesta estoy a contestar
“.
Hubiera dado muestras de dignidad, respeto y
credibilidad,
ganándose el favor de la gente.
Pase lo que pase en el futuro,
de momento la sensación es maloliente.
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