Envueltos en su burbuja,
no salen a la calle,
ni pasan por el supermercado.
Tienen recaderos, para hacer los
mandados.
Se guían por las manipuladas
estadísticas
y el guion que les han escrito;
hablando sin parar
de lo que no les interesa.
No son burros, sino listillos
“dando vueltas a la noria “,
para que pase el tiempo,
aburrir a la gente,
y no ir al grano.
Si lo preguntado les
escuece,
evitan la respuesta,
yéndose por los “ cerros de Úbeda
“.
Su defensa es el consabido
ataque
a quienes no quieren
tragar.
Van en busca del posterior
peloteo y halago:
“ ! Qué bien los has toreado “;
y, aprovechando que “ El Pisuerga
pasa por Valladolid “, “ has
vapuleado
al adversario ” .
Retuercen el lenguaje;
apelan al sentimiento y la
solidaridad.
Inciden en los niños inmigrantes
africanos en desamparo, que es
verdad.
Pero “ pasan de puntillas “ sobre
los mayores de edad, que no se
integran
y causan creciente inseguridad.
Son tantas “ las burras vendidas “,
que carecen de toda credibilidad.
Quien quiera entender, que entienda.
Fatiga singularizar y repetir
lo que es de conocimiento general.
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