En lo que ayer se decía a propósito de “Debates televisivos” quedaban excluidos los coloquialmente conocidos como “Programas basura”, que nada tienen que ver con aquellos y merecen un comentario. Podrían catalogarse en general como amalgama de cotilleo intrascendente, dosis de humor y sátira. La audiencia es numerosa, por atraerla y disputársela compiten las cadenas, lo que es normal en las reglas del mercado: a mayor audiencia más ingresos por publicidad.
Pueden servir para desconectar de los problemas diarios, para satisfacer ciertos morbos o simplemente por la curiosidad que puede despertar determinado famoseo. Bien está para quien a nada más aspira en sus ratos de ocio y disfruta con ellos.
Algunos de tales programas van más allá y con independencia de la ”sui generis” adicta audiencia, no deben escapar al rechazo de sus contenidos, comportamientos de ciertos intervinientes y la perversidad tolerante, incitadora o protagonista de sus conductores. No vale todo. Rechazable es la venta y exposición pública de intimidades ajenas no autorizadas, la manipulación de hijos a los que se dice defender, el barrio bajero y vulgar lenguaje, el insulto y calumnia, la amenaza y agresión en directo, el ensañamiento con creencias y valores respetables de los que, obsesivamente, se hace cruel mofa y escarnio; la permanente y gratuita ridiculización de personas con cuya ideología o sentimientos no se comulga; todo ello con el falso pretexto de humor gracioso, en ocasiones teledirigido y recompensado y así se podría seguir con un largo etc. Estos repugnantes y maléficos programas sobrepasan límites insospechados, en lo que se supone un país civilizado, como para el accidental y escandalizado espectador- que estupefacto por lo oído o visto cambia de canal- y procede diferenciarlos de los primeros, tal vez injustamente denominados “programas basura” generalizando, que en comparación con los maléficamente repugnantes bien podrían ser clasificados como de “entretenimiento para todos los públicos”, con el añadido “con reparos” respecto a unos pocos.
Como elemento orientativo y diferenciador se puede establecer una escala de valoración comprendida entre el 1 al 10 ,que abarcase desde los inocuos a los repugnantes.
Allá cada cual con sus preferencias, libre se es para cambiar de programa y canal; pero cabe reflexionar si se está contribuyendo a la zafiedad, falta de educación e intolerable grosería cuando se va en busca de los repugnantes programas y subsiguiente regodeo. Como decía el gran torero El Gallo: " en el mundo hay gente pa tó"
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